Gotemburgo, Suecia - Ron Álvarez es un hombre acostumbrado a crear milagros. Una de sus pasiones es lograr que jóvenes sin educación musical puedan ejecutar, con solo breves semanas de preparación, composiciones clásicas como el “Himno de la alegría” de Beethoven, fragmentos de Mahler o piezas más movidas como el mambo y hasta un merengue.
“Siempre me he visto como un docente obsesionado por enseñar la belleza de la música”, explica este venezolano de 30 años que en junio creó la Orquesta de Sueños de El Sistema Suecia, una agrupación integrada por más de 25 jóvenes refugiados ubicados en la ciudad de Gotemburgo.
Álvarez fue formado en El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, una obra social y cultural del Estado venezolano con más de 40 años de experiencia en la creación de un exitoso método de enseñanza musical que favorece la integración de jóvenes de bajos recursos en Venezuela y ha inspirado el establecimiento de proyectos similares en más de 60 países del mundo.
“En la Orquesta de Sueños tenemos jóvenes de países en guerra como Afganistán y Siria, además de otros que provienen de naciones con problemas terribles como Eritrea o Albania pero todos ellos están unidos por el amor a la música que les ayuda a superar sus miedos y traumas”.
Mostafa Kazemi huyó de Kabul porque los talibanes, al verlo estudiando, varias veces amenazaron con matarlo; Fatima Moradi también salió de Afganistán por los peligros de la guerra y perdió a su familia en el peligroso cruce de la frontera con Irán; Smret Debay escapó de los enfrentamientos armados en Eritrea y atravesó mares y desiertos en una penosa travesía de un año hasta llegar a Europa; y Shadi Kheder tuvo que abandonar a toda su familia al huir del infierno bélico en Siria.
Todos son menores de edad y ahora, meses después de desafiar al destino y llegar a Suecia, forman parte de esta orquesta que tocó su primer concierto formal en Gotemburgo el lunes 24 de octubre, que es el día de la Organización de las Naciones Unidas.
“Estos chicos están acostumbrados a los sonidos de la guerra porque vienen de países donde las balas y explosiones pueden ser algo cotidiano”, explica Álvarez. Su rostro se ilumina de súbito cuando agrega: “Ahora me produce una enorme alegría saber que se enamoran de la música y disfrutan los sonidos nobles de las composiciones y los aplausos. Ya no se estremecen de miedo sino de alegría y eso es un gran cambio”.
“Siempre me he visto como un docente obsesionado por enseñar la belleza de la música”, explica este venezolano de 30 años que en junio creó la Orquesta de Sueños de El Sistema Suecia, una agrupación integrada por más de 25 jóvenes refugiados ubicados en la ciudad de Gotemburgo.
Álvarez fue formado en El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, una obra social y cultural del Estado venezolano con más de 40 años de experiencia en la creación de un exitoso método de enseñanza musical que favorece la integración de jóvenes de bajos recursos en Venezuela y ha inspirado el establecimiento de proyectos similares en más de 60 países del mundo.
“En la Orquesta de Sueños tenemos jóvenes de países en guerra como Afganistán y Siria, además de otros que provienen de naciones con problemas terribles como Eritrea o Albania pero todos ellos están unidos por el amor a la música que les ayuda a superar sus miedos y traumas”.
Mostafa Kazemi huyó de Kabul porque los talibanes, al verlo estudiando, varias veces amenazaron con matarlo; Fatima Moradi también salió de Afganistán por los peligros de la guerra y perdió a su familia en el peligroso cruce de la frontera con Irán; Smret Debay escapó de los enfrentamientos armados en Eritrea y atravesó mares y desiertos en una penosa travesía de un año hasta llegar a Europa; y Shadi Kheder tuvo que abandonar a toda su familia al huir del infierno bélico en Siria.
Todos son menores de edad y ahora, meses después de desafiar al destino y llegar a Suecia, forman parte de esta orquesta que tocó su primer concierto formal en Gotemburgo el lunes 24 de octubre, que es el día de la Organización de las Naciones Unidas.
“Estos chicos están acostumbrados a los sonidos de la guerra porque vienen de países donde las balas y explosiones pueden ser algo cotidiano”, explica Álvarez. Su rostro se ilumina de súbito cuando agrega: “Ahora me produce una enorme alegría saber que se enamoran de la música y disfrutan los sonidos nobles de las composiciones y los aplausos. Ya no se estremecen de miedo sino de alegría y eso es un gran cambio”.
La música nos hace mejores personas, eso es un hecho comprobado desde hace siglos. Los refugiados merecen una vida mejor y la música les da esa oportunidad: les permite olvidarse por un momento de todo sus traumas y problemas. Es un proceso que los empieza a cambiar desde la primera clase y favorece su integración social porque mejora su confianza y les enseña un oficio del que se sienten orgullosos. No creo que todos van a ser profesionales, pero me basta con saber que esta buena experiencia los va a acompañar durante el resto de sus vidas.
¿Cómo diriges una orquesta en la que los músicos son jóvenes que hablan más de siete idiomas?
Es uno de los grandes retos pero existen diversos métodos que nos ayudan a mantener la disciplina y lograr que aprendan. La mayoría entiende inglés y ellos mismos nos ayudan a traducir muchas de las instrucciones. Los chicos aprenden mientras ejecutan sus instrumentos y el acto de relacionarte físicamente con un violín o el cello va creando un compromiso que se fortalece con cada clase. Debo cuidar que me entiendan y por eso uso toda mi energía en mostrarles los movimientos que deben hacer, el ritmo que deben mantener y todo lo demás.
¿Qué diferencia a El Sistema de otros métodos musicales de enseñanza?
Para nosotros la orquesta de cualquier núcleo es un aula de clases. Ahí aprendes a leer música, armonía, a tocar un instrumento y a dirigir. En otras partes del mundo ves cada aspecto del oficio musical como una materia por separado, por eso el proceso es mucho más lento. En nuestros ensayos todo tiene una conexión teórica y práctica, es por eso que los alumnos responden tan bien y se enamoran del método que, además, cabe destacar que se amolda a cada cultura y país.
¿Cómo logran que jóvenes sin conocimientos musicales toquen junto a los alumnos más adelantados sin que eso afecte el desempeño de la orquesta?
La secuencia repertorial es uno de los aspectos primordiales de este tipo de enseñanza. El repertorio debe estar interconectado y varía según las influencias culturales de cada región, por ejemplo, puedes empezar un periodo con un merengue y otras piezas sencillas que los van preparando para el momento de ejecutar composiciones más complejas como el “Te Deum” o “Pompa y circunstancia” de Elgar. En países nórdicos como Suecia funcionan los trabajos de Sibelius o la “Obertura Gipsy” de Merle Isaac y en el caso de este proyecto también mezclamos esas piezas con otras melodías de influencia árabe para generar la empatía de nuestro músicos y rendirle un homenaje a sus raíces.
Fuente: The New York Times