El enorme guitarrista salió por el mundo a hacer "Zakk Sabbath", un tributo especial a Black Sabbath; y como siempre, demostró lo grande que es con las seis cuerdas. Pero hubo algo pésimo: ¡No se sabía las letras y usaba cartulinas gigantes de ayuda memoria! A descansar menos, y a preocuparse más por el show. Ah, y prohibió a minutos de que den puerta que los fotógrafos acreditados trabajen.
Zakk Wylde regresó a la Argentina en el marco de la gira “Zakk Sabbath”, la banda tributo a Black Sabbath que armó junto al baterista Joey Castillo (ex Danzig, Queen of the Stone Age) y el bajista Rob “Blasko” Nicholson (Rob Zombie, y Ozzy Osbourne) y, como siempre, desde la guitarra maravilló, desplegó un arsenal de recursos para conquistar los corazones de esos a los que el metal les mueven todos los átomos; pero el compañero de ruta de Ozzy Osbourne dejó otras sensaciones que no estuvieron para nada buenas en la noche de Groove.
¿Qué pasó? Jeffrey Phillip Wielandt, como siempre, tocó como un salvaje. Nos hizo viajar al mundo de las escalas (los yeites, y las estiradas violentas que tiene son de otro planeta), y las sensaciones desde las seis cuerdas. Pero… ¿cómo decirlo para que se entienda? Para empezar, no sonó a Black Sabbath.
Igual, puede que este punto sea discutible, porque Zakk Wylde siempre va a sonar a Zakk Wylde. Por ejemplo, nunca un tema de Sabbath tendría esa lluvia de armónicos y otros sellos que definen al Vikingo. Así como pasa cuando uno escucha a Tommy Iommi, y en la primera nota ya sabés que es él, ocurre con Jeffrey.
Pero hubo un punto de esta nueva visita de Zakk Wylde a la Argentina que es indefendible: salió por el mundo a hacer “Zakk Sabbath”, un tributo especial a Black Sabbath; y ¡no se sabía las letras! Acá, en Estados Unidos, Japón o el punto del planeta que sirva para ejemplificar, imperdonable.
Usar cartulinas gigantes de ayuda memoria es demasiado, Zakk. No podés hacerle un homenaje a Sabbath y pifiarla en eso, Vikingo querido. Y encima las letras de una banda leyenda, hermano. Eso no puede pasarle a un artista de la jerarquía mundial de Zacarías. Y lo que lo hace aún más imperdonable es que compartió años al lado de Ozzy.
El otro punto flojo fue la falta de respeto hacia los fotógrafos de todos los medios, que a pesar de estar acreditados correctamente por la productora argentina en tiempo y forma, no pudieron realizar sus coberturas audiovisuales por decisión de "último momento" de la gente que maneja a don Zacarías.
¿Qué pasó? Jeffrey Phillip Wielandt, como siempre, tocó como un salvaje. Nos hizo viajar al mundo de las escalas (los yeites, y las estiradas violentas que tiene son de otro planeta), y las sensaciones desde las seis cuerdas. Pero… ¿cómo decirlo para que se entienda? Para empezar, no sonó a Black Sabbath.
Igual, puede que este punto sea discutible, porque Zakk Wylde siempre va a sonar a Zakk Wylde. Por ejemplo, nunca un tema de Sabbath tendría esa lluvia de armónicos y otros sellos que definen al Vikingo. Así como pasa cuando uno escucha a Tommy Iommi, y en la primera nota ya sabés que es él, ocurre con Jeffrey.
Pero hubo un punto de esta nueva visita de Zakk Wylde a la Argentina que es indefendible: salió por el mundo a hacer “Zakk Sabbath”, un tributo especial a Black Sabbath; y ¡no se sabía las letras! Acá, en Estados Unidos, Japón o el punto del planeta que sirva para ejemplificar, imperdonable.
Usar cartulinas gigantes de ayuda memoria es demasiado, Zakk. No podés hacerle un homenaje a Sabbath y pifiarla en eso, Vikingo querido. Y encima las letras de una banda leyenda, hermano. Eso no puede pasarle a un artista de la jerarquía mundial de Zacarías. Y lo que lo hace aún más imperdonable es que compartió años al lado de Ozzy.
El otro punto flojo fue la falta de respeto hacia los fotógrafos de todos los medios, que a pesar de estar acreditados correctamente por la productora argentina en tiempo y forma, no pudieron realizar sus coberturas audiovisuales por decisión de "último momento" de la gente que maneja a don Zacarías.
Fuente: Diario Popular