El músico polaco tenía 86 años y alcanzó fama mundial gracias a grandes obras y bandas sonoras.
«Creo que
quiero ser recordado no solo como un compositor, sino como un hombre
sincero, que creía en lo que hacía y que no se movía solo por el aplauso
del público». Es el autoepitafio que, hace un año, se hizo Krzysztof Penderecki en una entrevista con ABC.
El músico polaco, uno de los grandes compositores de nuestra época, ha fallecido en Cracovia,
donde residía, «después de una larga y grave enfermedad», según se leía
ayer en su página web. Hace dos décadas, el jurado del premio Príncipe
de Asturias de las Artes le galardonaba «por su talento innovador en
todos los géneros, impuesto en situaciones y políticas adversas, y
además por su capacidad integradora de diferentes elementos de la segunda mitad del siglo XX».
Bach y Stravinski fueron las dos grandes referencias de un músico que sentía pasión por los árboles, y creó un parque con más de dos mil especies de árboles
en Lusławice, al sur de Polonia. «Son más de treinta hectáreas
-explicaba- en las que no había nada. Decidí crear algo nuevo, una
colección de especies arbóreas de todo el mundo, que ahora debe rondar
las 1.800. Estoy profundamente orgulloso. A veces pienso que quizás sea
más importante que mi música».
Penderecki -que mantuvo una estrecha relación con nuestro país- es autor de varias composiciones consideradas obras maestras de la música del siglo pasado: compuso, entre otras grandes creaciones, «Treno a las víctimas de Hiroshima» (1960), «La Pasión de San Lucas» (1966), el «Concierto para violonchelo nº2» (1983), escrito para Mstislav Rostropovich; el «Réquiem polaco» (1984), la «Sinfonía nº3» (1995), el «Concierto para violín nº2», escrito para Anne-Sophie Mutter (1995); la «Sinfonía nº7. Las Siete Puertas de Jerusalén» (1997), y el «Doble Concierto» (2012) escrito para los violinistas Janine Jansen y Julian Rachlin. Sus obras se escuchan también en varias películas legendarias, como «El exorcista», de William Friedkin; «El resplandor», de Stanley Kubrik. Es también autor de cinco óperas: «Devils of Loudun» (1968/69), «Paradise Lost» (1976/78), «Black Mask» (1984/86) y «Ubu Rex» (1991). Estuvo en conversaciones con el Teatro Real -donde en 2000 presentó, y dirigió, su sinfonía «Las siete puertas de Jerusalén»- para componer una ópera sobre la obra de Valle-Inclán «Divinas Palabras», pero el proyecto no se llevó a cabo.
Síntesis personal
«Ya de joven -escribió Luis de Pablo en
ABC cuando Penderecki recibió el Príncipe de Asturias- era una figura
conocida de la vanguardia polaca, pero en los años sesenta dio un cambio
con una de sus obras más conocidas, “La Pasión según San Lucas”; desde
entonces, su música entabla un nuevo rumbo que le aproxima a la
tradición centroeuropea que podriamos calificar de neorromántica y que
ha tenido una magnífica acogida entre el gran público. Penderecki ha desarrollado una línea de síntesis personal, pero su música nunca ha dejado de ser extraordinaria».
«Creo que el artista -dijo en una ocasión- es testigo de la época en la que vive
y su realidad circundante debe reflejarse en sus obras». Por ello,
seguramente, tras unos inicios adscrito a las vanguardias musicales, las
abandonó en la década de los sesenta. «Más bien -aclaraba en ABC-
resultó que yo quería seguir mi propio camino. Todo
era vanguardista en los sesenta. Escribí un par de piezas que se
encasillaron así, pero lo que yo quería eran obras de gran formato, como
oratorios y óperas. Y las vanguardias no iban en esa dirección, así que
tuve que volver a la tradición».
Aparte de su descomunal carrera
como compositor, que empezó en 1959 en el Festival de Otoño de Varsovia,
donde presentó su obra «Strophen», Penderecki
desarrolló una aplaudida carrera como director de orquesta. Trabajó con
formaciones como la Orquesta Nacional de España, la NDR de Hamburgo y la
MDR Leipzig Sinfonieorchesters, y fue director artístico del Festival
Casals en San Juan de Puerto Rico, asesor Artístico del Festival de
Música de Pekín y director artístico de la Orquesta Sinfonía Varsovia.
«Espero -dijo a ABC- que mi música perdure porque es sincera. Como compositor no puedes mentir. Tienes que ser sincero, intentar siempre dar lo mejor que sepas o puedas».
Fuente: ABC