París, Francia (Benoît Morenne) - “Soy feliz, como un ave/ vida en caravana, pensando en mis amigos/ vayamos al jardín”.
Así dice la letra de la canción “Khandahar”, un poema escrito originalmente en inglés y traducido al farsi por dos hermanas afganas de 9 y 12 años que vivían en la parte trasera de un camión en el bullicioso campo de refugiados de Calais, conocido como “la Jungla”, al norte de Francia.
“Khandahar” es uno de los 13 temas de The Calais Sessions, un álbum grabado en el campo gracias a la colaboración de 20 refugiados con varios músicos profesionales. Sus estilos van desde el pop oriental hasta el rap iraquí, pasando por temas de los Balcanes o España, canciones de amor o una composición que recuerda a un hermano muerto en Siria. Otras son animadas propuestas instrumentales con una base de percusión tradicional.
Aunque la mayoría de los participantes son aficionados, los encargados de la producción musical se lo tomaron muy en serio. “Es un trabajo duro porque quieres hacer algo de calidad profesional”, dijo Kasper, un refugiado iraquí de 24 años que rapea sobre el amor.
Kasper, al igual que muchos músicos, prefiere no usar sus apellidos, hacía joyas en Bagdad y ya era aficionado al rap antes de emprender el agotador viaje a Europa. Después de un viaje de tres semanas llegó a Calais en octubre.
La grabación del disco, en sus palabras, ha puesto un rayo de esperanza en su vida. “Espero que cambie algo”, dijo. “Aquí en la Jungla no puedo hacer nada de provecho”.
El campo es un lugar en el que se detiene a las personas que buscan asilo y tratan de llegar al Reino Unido por cualquier medio. El número de personas se incrementó el año pasado debido al éxodo de cientos de miles de refugiados de Siria y Afganistán. Debido a la acción continua de las autoridades para disminuir la cantidad de habitantes del campo, se estima que ahora viven allí alrededor de 4500 personas.
Por su proximidad con Londres y París, diversas organizaciones de beneficencia, personas famosas y artistas han visitado el campo para ofrecer actividades culturales como conciertos; también han construido teatros e incluso escuelas de arte. La principal impulsora del disco fue Vanessa Lucas-Smith, chelista del Allegri Quartet en Londres, que explicó durante una entrevista que el proyecto trata de mostrar una cara diferente de las personas que viven en el campo y busca que aumenten su autoestima a través de ese proyecto en el que canalizan su talento.
Lucas-Smith visitó el campo en septiembre junto con un grupo de músicos que llevaron un laúd, una flauta llamada ney y un daf, un instrumento kurdo de percusión. Su objetivo era que los refugiados pudieran redescubrir sonidos familiares.
La percusión provocó una reacción positiva por lo que los músicos comenzaron a participar en sesiones musicales junto con los refugiados e improvisaron talleres. Lucas-Smith explicó que “cuando le das instrumentos a la gente, se convierten en algo como el pan, el agua o el carbón, es algo que realmente necesitan”.
La idea de grabar canciones creadas por refugiados y músicos profesionales se hizo realidad la primavera pasada. La mayor parte de “The Calais Sessions” se grabó en un estudio que usa energía solar, ubicado muy cerca de la “Jungla de los libros”, una biblioteca improvisada.
El álbum ha contado con la colaboración de unos 200 voluntarios entre los que hay británicos y españoles junto con los habitantes del campo. Está disponible por 13 dólares para su descarga digital y en CD. Según Lucas-Smith, hasta el 2 de agosto se habían recaudado más de 5000 dólares a beneficio de los refugiados y de Citizen Uk, una organización británica benéfica.
Ninguno de los refugiados es músico profesional, pero algunos han recibido clases. Entre ellos, Mohealdeen, un cantante sirio, e Ismail, un afgano que afirma haber sido perseguido por los talibanes por tocar la dambora, un instrumento de cuerda. “Un día los talibanes me oyeron tocar en mi casa”, dijo.
“Ellos metieron mi brazo derecho en agua hirviendo y me dijeron que lo hacían porque es el brazo con el que toco”, explicó. En el álbum ejecuta un instrumento similar al chelo que fue hecho con piezas recogidas en el campo.
La mayor parte de la grabación se hizo en febrero, cuando las autoridades francesas desmantelaron una sección del campo, una decisión que afectó a algunos de los participantes.
“Yezus”, es una canción religiosa que fue grabada por un coro de mujeres provenientes de Eritrea que Lucas-Smith conoció en una una capilla del campo. Aunque al principio se mostraron reticentes, el coro se presentó en el estudio unas horas después.
“¿Cuándo podemos hacer la siguiente?”, dijeron las mujeres después de la grabación. Su iglesia fue derribada a la mañana siguiente.
Así dice la letra de la canción “Khandahar”, un poema escrito originalmente en inglés y traducido al farsi por dos hermanas afganas de 9 y 12 años que vivían en la parte trasera de un camión en el bullicioso campo de refugiados de Calais, conocido como “la Jungla”, al norte de Francia.
“Khandahar” es uno de los 13 temas de The Calais Sessions, un álbum grabado en el campo gracias a la colaboración de 20 refugiados con varios músicos profesionales. Sus estilos van desde el pop oriental hasta el rap iraquí, pasando por temas de los Balcanes o España, canciones de amor o una composición que recuerda a un hermano muerto en Siria. Otras son animadas propuestas instrumentales con una base de percusión tradicional.
Aunque la mayoría de los participantes son aficionados, los encargados de la producción musical se lo tomaron muy en serio. “Es un trabajo duro porque quieres hacer algo de calidad profesional”, dijo Kasper, un refugiado iraquí de 24 años que rapea sobre el amor.
Kasper, al igual que muchos músicos, prefiere no usar sus apellidos, hacía joyas en Bagdad y ya era aficionado al rap antes de emprender el agotador viaje a Europa. Después de un viaje de tres semanas llegó a Calais en octubre.
La grabación del disco, en sus palabras, ha puesto un rayo de esperanza en su vida. “Espero que cambie algo”, dijo. “Aquí en la Jungla no puedo hacer nada de provecho”.
El campo es un lugar en el que se detiene a las personas que buscan asilo y tratan de llegar al Reino Unido por cualquier medio. El número de personas se incrementó el año pasado debido al éxodo de cientos de miles de refugiados de Siria y Afganistán. Debido a la acción continua de las autoridades para disminuir la cantidad de habitantes del campo, se estima que ahora viven allí alrededor de 4500 personas.
Por su proximidad con Londres y París, diversas organizaciones de beneficencia, personas famosas y artistas han visitado el campo para ofrecer actividades culturales como conciertos; también han construido teatros e incluso escuelas de arte. La principal impulsora del disco fue Vanessa Lucas-Smith, chelista del Allegri Quartet en Londres, que explicó durante una entrevista que el proyecto trata de mostrar una cara diferente de las personas que viven en el campo y busca que aumenten su autoestima a través de ese proyecto en el que canalizan su talento.
Lucas-Smith visitó el campo en septiembre junto con un grupo de músicos que llevaron un laúd, una flauta llamada ney y un daf, un instrumento kurdo de percusión. Su objetivo era que los refugiados pudieran redescubrir sonidos familiares.
La percusión provocó una reacción positiva por lo que los músicos comenzaron a participar en sesiones musicales junto con los refugiados e improvisaron talleres. Lucas-Smith explicó que “cuando le das instrumentos a la gente, se convierten en algo como el pan, el agua o el carbón, es algo que realmente necesitan”.
La idea de grabar canciones creadas por refugiados y músicos profesionales se hizo realidad la primavera pasada. La mayor parte de “The Calais Sessions” se grabó en un estudio que usa energía solar, ubicado muy cerca de la “Jungla de los libros”, una biblioteca improvisada.
El álbum ha contado con la colaboración de unos 200 voluntarios entre los que hay británicos y españoles junto con los habitantes del campo. Está disponible por 13 dólares para su descarga digital y en CD. Según Lucas-Smith, hasta el 2 de agosto se habían recaudado más de 5000 dólares a beneficio de los refugiados y de Citizen Uk, una organización británica benéfica.
Ninguno de los refugiados es músico profesional, pero algunos han recibido clases. Entre ellos, Mohealdeen, un cantante sirio, e Ismail, un afgano que afirma haber sido perseguido por los talibanes por tocar la dambora, un instrumento de cuerda. “Un día los talibanes me oyeron tocar en mi casa”, dijo.
“Ellos metieron mi brazo derecho en agua hirviendo y me dijeron que lo hacían porque es el brazo con el que toco”, explicó. En el álbum ejecuta un instrumento similar al chelo que fue hecho con piezas recogidas en el campo.
La mayor parte de la grabación se hizo en febrero, cuando las autoridades francesas desmantelaron una sección del campo, una decisión que afectó a algunos de los participantes.
“Yezus”, es una canción religiosa que fue grabada por un coro de mujeres provenientes de Eritrea que Lucas-Smith conoció en una una capilla del campo. Aunque al principio se mostraron reticentes, el coro se presentó en el estudio unas horas después.
“¿Cuándo podemos hacer la siguiente?”, dijeron las mujeres después de la grabación. Su iglesia fue derribada a la mañana siguiente.
Fuente: The New York Times