“Así como Menotti dijo que el futuro del fútbol está en el pasado, creo que el futuro del país también hay que buscarlo mirando hacia atrás.” (Imagen: Victoria Siri) |
Emanuel Respighi - El ex capitán de Heavy, Rock & Pop tiene ahora dos programas en Radio Cantilo y uno de fútbol en Crónica TV. Y no se calla nada: “Si será tramposo el fútbol argentino que la fiesta la manejan los ladrones que están adentro de los clubes y de la política”.
El tipo entra al café de City Bell como si
ingresara a su propia casa. De bermudas, gorrita y bolso al hombro,
Norberto “Ruso” Verea reparte saludos a un lado y al otro de la mesas
como quien da y recibe el cariño de familiares al volver al hogar
después de una jornada de trabajo. En el camino a la mesa en la que lo
espera este cronista para la entrevista pautada, intercambia algunas
ideas sobre la radio, el fútbol, la música –sus amores y obsesiones– con
sus ocasionales interlocutores. Basta ver el tiempo y la energía con
que mantiene cada charla para darse cuenta de que no se trata de
satisfacer cierto ritual protocolar, sino más bien de comprometerse
genuinamente con cada diálogo, con cada cosa que tiene para decir. Es
uno más, y a la vez alguien especial en esa localidad platense que
alberga al Ruso desde el año pasado, cuando –bolso en mano– aterrizó en
Radio Cantilo (FM 101.9) para hacer Radio ruido, todos los viernes y
sábados a la medianoche, y Negros blancos tocando negras y blancas, los
domingos a las 21. Muy lejos de las grandes luminarias, muy cerca de los
espacios de libertad. “Este es un país donde hablamos de grieta,
jugamos ideologías, pero no tenemos las necesidades básicas cubiertas.
Eso me parece una de las cosas mas terribles y tremendas de todo lo que
nos pasa como sociedad. No sobra la plata pero tampoco falta. Lo que
sobran son los corruptos”, subraya Verea, en la entrevista a PáginaI12.
Desde el recordado Heavy Rock and Pop que capitaneaba con
conocimiento de género en las medianoches radiofónicas de los noventa,
el Ruso Verea pareció ser siempre una grieta dentro del sistema. De
verba barrial y lúcida, tanto para hablar sobre música o sobre fútbol,
el ex arquero de clubes del ascenso es una de esas voces que no tiene
pelos en la lengua. Sin pretensión aleccionadora, pero fijando siempre
una mirada nunca indiferente sobre la realidad, Verea conjuga sencillez y
profundidad con la naturalidad de quien no obedece a ningún interés
corporativo ni mucho menos empresarial. Tal vez esa independencia en el
decir, en peligro de extinción en le periodismo deportivo, es la que
hace que hoy haya tenido que refugiarse en la pantalla de Crónica TV
para hablar de fútbol con Nos falta un jugador, el ciclo que se emite
todos los domingos a las 13. “Había hecho un programa de fútbol en un
canal provincial sobre el Argentino A y el B hace un tiempo, y los
productores me llamaron porque había una posibilidad. Me preguntaron en
qué lugares no trabajaría. Les dije varios. Me preguntaron qué me
parecía Crónica TV y a mí me encantaba, por lo que representa a nivel
popular. Y así surgió la idea de hacer un programa con 30 periodistas a
razón de uno por equipo, para que todos estén representados”, cuenta.
–¿Cómo es conducir a un equipo de 30 periodistas deportivos sin “morir en el intento”?
–Es una aventura y un desafío. Estoy aprendiendo a conducir 32
personas, sin perder ritmo. En las discusiones, permito que sean jugosas
y no aburridas, pero sin caer en donde habitualmente se aterriza en el
fútbol: el griterío y la falta de respeto. Pedí que no seamos soberbios y
que nos obliguemos a hablar mucho más de fútbol que de todo lo que lo
rodea. Lo que pasa es que lo que rodea al fútbol tiene una injerencia
decisiva sobre lo que pasa en el campo. A mí no me interesan los títulos
sin chequear la información. La búsqueda permanente del título es una
de las herramientas que más ha bastardeado al periodismo. Aún cuando los
protagonistas y profesionales tengan actitudes que dejan mucho que
desear, el periodismo nunca debe faltar el respeto ni caer en
vulgaridades.
–En los últimos años se percibe cierta tendencia en la manera
de ejercer el periodismo, principalmente en el deportivo, en donde la
distancia entre el periodista y el protagonista se reduce a su mínima
expresión.
–El amiguismo periodístico hizo estragos. Por eso no me enloquezco
con que haya notas con protagonistas: por lo general, lo que recibimos
de las entrevistas de fútbol es poco y nada. Ya sea por el amiguismo por
el cual tenemos al aire al protagonista, entonces se le tiran puro
centros, o porque si no sos amigo la nota no está. Estamos en un lugar
de privilegio, como es Crónica, pero tampoco es un canal deportivo.
Sabemos que es un canal en el que la placa tiene mayor preponderancia
que cualquier otra cosa. Los canales deportivos sólo buscan el quilombo.
–¿En qué lo percibe?
–Arman discusiones sobre cosas que no hay que discutir. Tampoco estoy
diciendo que todo tenga que ser una bajada de línea. A mí me interesa
más discutir cómo juega el Independiente de Holan, o el Atlético del
Cholo o el Sevilla de Sampaoli, que pasar horas gritándonos si fue penal
o no, o que tal jugador se lleva mal con tal otro. Lo periférico y
anecdótico le está ganando a lo relevante. También pasa que ante la
alternativa del éxito no hay posibilidad para la discusión. El
resultadismo se impuso a la reflexión.
–No solo en el fútbol.
–Está muy claro que hace más de 30 años en este país ganó un
discurso. Los medios, que manejaron la hegemonía, tienen un único
discurso. Los medios en la Argentina los manejan los poderosos.
Obviamente, dejan jugar a algún discurso diferente. En el fútbol sería
el de Diego Latorre, que es el que mejor comenta. En el país se impuso
la idea de que el cómo no importa: lo único que importa es el resultado.
Los medios forman infinidad de clones para replicar el discurso
impuesto. Por eso hay canales en donde hay un señor que siempre se queda
con la última palabra... Estaría bueno que ese señor nos explicara
algunas cosas... Si uno no se acopla al discurso de los grandes medios,
quedás afuera del “sistema”. Ni hablemos si te animás a generar un
espacio contrario al hegemónico. Lo viví con Fútbol prohibido... Ojo: no
me victimizo. Uno elige dónde estar y qué decir. Siempre supe los
costos que tenía pararme en un lugar. Es muy complicado torcer el
discurso mediático; hay un aleccionamiento continuo desde hace más de 30
años. El machaque es incesante. Están los “ganadores” y los
“perdedores”. ¿Quién carajo me dice a mí quienes son los ganadores y
quienes los perdedores? ¿Los dueños del micrófono? ¿Los que ostentan el
poder?
–La tiranía interesada del “resultadismo”, que suele obturar discusiones.
–Por eso hay tanta bronca con el Barcelona de Guardiola, que ganó
todo sin renunciar a la tenencia del balón y la belleza. En el Camp Nou
la gente decora las paredes que tiran los jugadores. En Argentina, en
cambio, dijimos que “la fiesta era la gente”. Mirá si será tramposo el
fútbol argentino que la fiesta la manejan los ladrones. Avanzaron tanto
los ladrones que ya están adentro de los clubes y de la política.
Armaron una ONG, los avalamos políticamente, los usamos y dejamos que se
rían de todos nosotros. Y así como critico al gobierno de Cristina que
alabó a los barras bravas, en el reinado de Macri como presidente de
Boca Di Zeo era rey de reyes. Estamos en un punto en el que la sociedad
debe mirarse a sí misma y a los costados y decir basta. Pero no se trata
de cambiar las cosas sólo en función de la riqueza, si tengo o no la
moneda, que por supuesto es importante. Tan importante que también nos
aleccionaron con el mundo del “si tenés, sos, y si no tenés no sos”. Así
como el Flaco Menotti dijo que el futuro del fútbol está en el pasado,
creo que el futuro del país también hay que buscarlo mirando hacia
atrás.
–¿No es una mirada melancólica, anclada en esa idea de que todo tiempo pasado fue mejor?
–No tengo dudas de que el futuro nuestro está en el pasado. Argentina
tenía el mejor sistema de salud pública del continente. ¡Había un Ramón
Carrillo! La salud inglesa fue la versión contextualizada, mejorada y
puesta en tiempo de la argentina. Mario Vargas Llosa decía, hace 50
años, que el volumen de producción de la cultura argentina era mayor que
la francesa. La argentina era el país más alfabetizado del continente,
con una educación pública ejemplar. Aunque mi mirada pueda ser leída
como nostálgica o violinística, el futuro de la argentina está en el
pasado. En el fútbol, que forma parte importante de nuestra cultura, por
eso de que “se juega como se vive” y viceversa, hemos roto con la
deportividad. Hicimos cosas vergonzosas en las máximas competencias. Los
bidones, Cruz... A alguno que fue autor intelectual de esas trampas,
¡lo nombramos Secretario de deportes!
–La famosa “viveza criolla”, extendida a cualquier ámbito.
–Nos hicieron creer que la trampa es viveza. Hay que volver al
pasado. En el barrio, el vivo era vivo; el tramposo, un hijo de puta.
Tenemos responsabilidad los ciudadanos, los dirigentes y los medios en
que esa cultura se haya instalado. No quiero ser más parte de este
esquema. No quiero mas discursos conmovedores, sociabilizantes, para que
después los bolsones me caigan llenos de dinero en los conventos.
Tampoco quiero que nos enamoremos de los grandes ladrones de la
Argentina. No podés llenarte la boca hablando de que tenés “equipo” y
cuando asumís el poder decirnos que aprendés sobre la marcha... Uno
sabía quiénes venían. Lo mínimo que te pido es el profesionalismo que me
exigís a mí desde ese lugar de privilegio que te dio la vida, la
familia, la capacidad o la suerte. Están subestimando a una gran parte
de la población que no sabe qué carajo hacer, porque no los representan.
No quiero más votar por descarte. Ahora, ante la alternativa de una
convicción también tengo que darme cuenta de que otra vez hay que mirar a
los costados para no repetir errores.
–Usted es un comunicador al que se lo reconoce por su ética a
la hora de manejarse en los medios. ¿Cree que eso le cerró espacios?
–Puede ser, pero no la voy ni de perseguido. He tomado decisiones y
me hago cargo de mi manera de pensar. También he cometido errores. Me he
ido de algunos lugares apresuradamente.
–¿Por ejemplo?
–De radio Mitre, en el ’98. Había vivido una instancia de privilegio,
me llevaron a un Mundial, formé parte de un grupo que tenia como
compañeros a Jorge Valdano, a Roberto Fontanarrosa, a Horacio Pagani en
otra etapa, a Ale Fantino en sus primeros pasos como conductor y
relator.... Y cubriendo un Mundial. Había creado un personaje, “El
chabón de la Bastilla”, a través del cual pude decir lo que quise. Y por
una pelotudez ligada a la moneda me terminé yendo. Después hubo otras
decisiones, ligadas a la manera de pensar el periodismo y la vida, de
las que no me arrepiento. Pero ya está. Uno tiene que ser honesto
consigo mismo. Me niego a aceptar que la cultura del entretenimiento
arrase con todo. No todo tiene que ser alegría y felicidad. Tampoco creo
que la vida sea el Canal Encuentro, la TV francesa o la BBC2.
–¿Cuál debería ser el rol de los medios, en este momento?
–El rol de los medios está roto porque son un factor de poder. Los
medios fueron comprados por los poderosos. Desde ese lugar se mueven. Y
uno tiene que elegir en qué lugar estar. Entre el “sí” y el “no” siempre
está la decisión individual. Para mí, el rock es “no”; cuando es “sí”,
es entretenimiento. ¿Está mal? No, para nada. No debe haber una banda en
el mundo que juegue más el rol del entretenimiento que los Rolling
Stones. (Keith) Richards dijo que antes a ellos lo manejaban la “mafia”,
y un día decidieron que la “mafia” fueran ellos. Mick Jagger se reúne
cada cuatro días, en plena gira, con los contadores. Como es Jagger, no
hay problema. Ahora, si el Indio (Solari) maneja la cantina hacemos un
quilombo bárbaro.
–¿Pero no hay casos en que los músicos también son productores?
–Sí, claro. En ese deterioro, tenemos que hacernos algunas preguntas:
¿los músicos son una suerte de “pastores” que deben guiar a las ovejas?
¿Las tenés que cuidar? Sí. Ahora, ¿hasta cuando podés cuidar al público
si buena parte de tus seguidores tienen un desprecio por todo? ¿Cómo
enfrentarme a un tipo que busca vivir en los cuatro días que rodean a un
concierto lo que no vive en toda su vida? El barrabravismo atravesó a
la sociedad argentina. ¡Qué alguien me explique la bandera en un show de
rock! ¡Y además hay que nombrarlas porque si no se pudre! Esa idea de
que “el espectáculo es la gente” hizo mucho mal, desvirtuó lo
importante. Esa idea de protagonismo periférico excedió lo bueno que
teníamos, que hizo que los artistas internacionales amen al público
argentino. Ahora, cuando futbolizamos los conciertos –barrabravismo,
tilinguería y snobismo de por medio–, perdimos. Que nos nos matemos de a
decenas por show es un milagro. Una de las cosas más crueles que nos
pasó es que República Cromañón tenía el nombre indicado. Y esto lo digo
con el mayor respeto a todas las personas que quedaron ahí adentro. Los
argentinos tenemos esa cosa de caminar sobre una cloaca, sabiendo que lo
hacemos, y seguimos caminando como si nada. Eso sí: cuando se rompió un
poco y metimos la pata nos hacemos los sorprendidos e indignados al
grito de “¿cómo? ¿Hay mierda acá abajo? ¿Cómo puede ser?”. Y los medios,
jugando con la idea del indignado, contribuyeron. En los medios está
lleno de indignados de góndola.
–Y usted, cuando se para frente a un micrófono o una cámara, ¿qué se propone transmitir?
–Radio ruido es un viaje musical narrativo. Siempre fui aunador de
grupos. Desde hace un tiempo en cada trabajo en el que me toca estar
propongo, desde el primer día, que nos juntásemos a comer. A mí me
interesa más el antes o el después que el aire, te diría. Así lo
entendía cuando iba al colegio, más tarde cuando jugué al fútbol y ahora
también en los medios. Por eso antes de cada programa nos juntamos a
comer con la productora y la operadora. Hablamos de qué va el programa y
pongo la música que traigo, que va del más rancio blues hasta el metal.
Y el metal que tengo ganas de escuchar, no poner cualquiera por el
simple hecho de ser metal. Porque eso ya lo viví en la última etapa de
la Heavy..., donde terminé apretado con lo más extreno del metal porque
Mario (Pergolini) empezó a abrir a las 9 de la mañana con Motorhead o
Megadeath. Eso era un orgullo para nosotros, pero también un problema.
Ahora trato de transmitir “vida”, que es lo que tengo ganas de hacer.
–¿Y esa manera de hacer radio no encuentra lugar en los grandes medios?
–Acá soy yo. Yo puedo caminar por la calle sin deberle cuentas a
nadie. Eso me honra. No estoy disconforme. Hoy estoy tratado como pocas
veces me trataron en los lugares de privilegio. Acá puedo hacer lo que
tengo ganas. Siento que hay un momento en que te das cuentas que ya no
tenés 30 años. Tuve la suerte de estar en muy buenos lugares, pero
también conozco la dinámica diaria de esos espacios. A veces siento que
lo único que buscan es el “antes”, no el “ahora” mío. Los medios ya no
son de gente de los medios. Había apuestas. ¿Qué radio hoy se animaría a
largar al aire a un tipo que trae sus propios discos? En la Rock and
Pop vendíamos discos y shows, pero había un tipo como (Daniel) Grinbank
detrás. Hoy los medios son del poder. ya no se piensan los medios desde
el hecho artístico, sino pura y exclusivamente desde el aspecto
económico. Fijate lo que pasó con Radio América, lo que pasa en Del
Plata, o lo que ocurre en Vorterix... Hoy buscan más a funcionales que a
capaces. Hoy se invocan todo el tiempo las vías de comunicación pero
sólo se pasan aquellos mensajes que “sirven”. Y de los que “sirven”, es
mucho más factible que amplifiquen al “imbécil” que al “inteligente”.
Te amo, te odio, dame más
Una de las cosas que más preocupan a Verea es el tema de la
idolatría, la manera en que los argentinos y los medios se vinculan con
aquellas personas de diferente ámbito a las que se admira. Esa relación
“desbordada” con el ídolo, dice, forma parte constitutiva de la cultura
argentina. “No puede ser que Bob Dylan camine por Nueva York y no pase
nada más allá de lo lógico, que Keith Richards pueda hacer lo mismo por
Oxford Street, y que aquí nuestros ídolos no puedan salir de su casa.
Más allá de su delirio místico, su paranoia, o su ego, el Indio debe
encerrarse en su casa e irse de vacaciones al exterior para alcanzar
algo de paz. No puede ser que Diego (Maradona) no soporte que le agarren
su hombro, y se ponga loco cada vez que pasa, porque está re podrido de
que en vez de sacarnos una foto lo abrazamos como si fuera un sobrino.
¿Qué tenemos los argentinos con la idolatría? ¿En qué lugar nos ubicamos
los argentinos ante la gente que admiramos? Hay algo bien de Charly:
‘Te amo, te odio, dame más’”.
Fuente: Página 12