Fabrizio Pedrotti - Clem Burke cuenta cómo llegaron al balance con las máquinas en “Pollinator”, y por qué siente que el pop está más clínico. También recuerda su paso por Eurythmics y las veces que puso su cabeza adentro de un horno, antes del Rock & Pop Festival.
“No es que tenés que meter la cara en el horno, sino la parte trasera de tu cráneo. Siempre a una temperatura muy baja, y tratando de ser cuidadoso con tu cabello. ¡Aunque suena loco, funciona!”, dice Clem Burke, el baterista de Blondie, desde Nueva York.
-¿Pero por qué empezaste a hacerlo?
-Bueno, no podía pagar por un secador de pelo, imaginate que eran los ‘70s (risas). Interesantemente, Bob Geldof me recomendó la autobiografía de Rod Stewart. No sé si la leíste, pero ahí cuenta que hacía lo mismo. Por ende, no es tan extraño.
-¿Y seguís con ese método?
-No, ya no. Aunque me sentí bien acompañado cuando me enteré de que Rod también era de los míos, porque tiene uno de los mejores peinados de la industria (más risas). Una gran parte del rock and roll tiene que ver con el cabello, y todos lo sabemos. Fijate el caso de los Beatles, sino.
Pero el verdadero motivo de la entrevista con Clem Burke no es hablar sobre sus obsesiones capilares: Blondie, la banda de la que es casi fundador, vive un gran presente. “Siempre estoy de buen humor cuando hacemos cosas con el grupo. Tengo muchas ganas de ir a Buenos Aires, porque hace más de una década que no estamos por ahí. ¡Es increíble! The Magic Numbers va a tocar con nosotros, ¿verdad? Porque me encantan”, dice con ímpetu detrás del teléfono.
La otra parte de su entusiasmo se da por el décimoprimer álbum de estudio de Blondie, que salió en mayo del año pasado. Las once canciones fueron grabadas en The Magic Shop, el mismo espacio del SoHo en donde David Bowie registró algunas de sus mejores obras.
“Empezamos en Navidad de 2015, y nos tomamos un break. Justo cuando volvimos, él había fallecido. Nos emocionamos mucho, porque podíamos sentir su presencia -señala Burke, que trabajó con el vocalista-. Imaginate que ahí grabó ‘The Next Day’ (2013) y ‘Blackstar’ (2016). Fue triste regresar al lugar, y aunque la gente que laburaba con él tenía un contrato de confidencialidad, nos enteramos de lo que había sufrido y cómo era en el estudio. Irónicamente, The Magic Shop también cerró después de que terminamos nuestro disco, así que fue el final de una era”.
“Pollinator” fue co-escrito junto a figuras como Johnny Marr (The Smiths), Dave Sitek (TV on the Radio, Jane’s Addiction), Nick Valensi (The Strokes), Sia, Charli XCX y Dev Hynes; y recibió 4 estrellas en medios prestigiosos como The Guardian.
Por los resultados, se nota que Debbie Harry, Chris Stein, Clem Burke y compañía disfrutaron mucho del proceso. “La banda está en su mejor versión: tenemos a dos nuevos músicos que son increíbles, el tecladista Matt Katz-Bohen -que se unió en 2008- y el guitarrista Tommy Kessler -incorporado en 2010-. Esta vez, sabíamos que queríamos juntarnos y grabar al mismo tiempo. Eso fue lo que hicimos, sobre todo con las pistas de base. El método fue bastante parecido al de clásicos como ‘Parallel Lines’ (1978) o ‘Eat to the Beat’ (1979). De hecho, el dueño del estudio está remasterizándolos para que salgan en 2019”.
-También van a incluirse otros discos, ¿verdad?
-Sí, “Blondie” (1976), “Plastic Letters” (1977), “Autoamerican” (1980) y “The Hunter” (1982). Pero ahora mismo estrenamos un 12’’ de “Heart of glass”, con todos los demos y demás. Es muy conveniente para que los DJ’s tengan un vinilo con las diferentes versiones, mezclas y tomas. Queremos que los álbumes clásicos lleguen a las generaciones más jóvenes, que por suerte están siguiéndonos mucho.
-¿A qué lo atribuís?
-A internet. Para nosotros fue una buena herramienta, porque nos presentábamos en los programas de los ‘70 y nunca nos volvíamos a ver. Pero ahora, de repente, nos encontramos de nuevo en YouTube. Y creo que el hecho de seguir tocando y sacando discos le permite a los más chicos ver de qué se trata la banda. Es genial lo modernos que ya parecíamos en esos videos de los ‘70 (risas), especialmente con el glamour de Debbie, que era fantástica. Estoy muy feliz de que sigamos juntos, que continúen las giras y que podamos ir a Sudamérica.
LA TECNOLOGÍA, UN ARMA DE DOBLE FILO
Desde el comienzo, Blondie fue inclasificable: la banda -que adoptó ese nombre en honor al apodo que recibía Debbie Harry cuando la acosaban en los ‘70- coqueteó con el punk, la new wave, el disco, el pop, el rap y hasta el reggae. Un elemento que siempre estuvo fueron las bases electrónicas… hasta que, hace poco, Clem Burke sintió que era demasiado.
-“Ghosts of Download” (2014) tuvo muchas baterías programadas, y no quedaste contento. ¿De quién fue la idea de volver a la sangre humana?
-Yo fui el que insistió para que hiciéramos exactamente lo que quedó en “Pollinator”, pero al grupo le llevó tiempo darse cuenta de que éramos capaces de grabar todos a la vez. Siempre hay espontaneidad e improvisación cuando estamos reunidos, y es una parte muy importante del vivo. Desde que Blondie se junta hasta que termina, puede pasar cualquier cosa. Lo mismo en los shows, obviamente que dentro del contexto de las canciones pop. Estuvimos haciendo mucho de eso: no necesariamente cambiándolas drásticamente, pero sí agregando algunas cosas para encontrarnos en sincronía uno con el otro. Igual siempre experimentamos con la tecnología, si te fijás en “Heart of glass”, el rol de la batería programada fue muy importante. Y cuando laburamos con Giorgio Moroder -en “Call me”- tocamos sobre un sintetizador. Volviendo a lo que decías, con los discos previos a “Pollinator” nos dimos cuenta de que los temas realmente cobraban vida en los shows. La tecnología destruyó muchas de nuestras canciones, sobre todo de “Ghosts of Download” y el anterior, “Panic of Girls” (2011). Ambos tienen muy buenas cosas, pero no son de mi agrado.
-Lo gracioso es que también formaste parte de Eurythmics, otra banda llena de sintetizadores. Cuando aparecieron las primeras máquinas, ¿cómo hiciste para sacarles el provecho sin que ocuparan tu espacio? Sé que, por ejemplo, tocabas “en contra” del ritmo.
-Si usás un aparato, la mezcla recién suena más viva cuando le sumás la percusión real. Es interesante que nombres a Eurythmics, porque más allá de que trabajaban con sintetizadores, como en “Sweet dreams”, yo toqué en ese tour y era todo muy orgánico. Cuando grabamos “Revenge” (1986), la gira fue enorme. Éramos músicos muy capaces y no usábamos programaciones en vivo, ni siquiera en canciones como “Sweet dreams” o “Who’s that girl”. La tecnología es un gran agregado, pero creo que ahora se llegó al balance perfecto, como hicimos nosotros en “Pollinator”: la combinamos con excelentes músicos y buenos temas. Las máquinas solas no hacen nada. Todas las herramientas son geniales y tienen sus lados positivos, desde la armónica hasta los sintetizadores, pasando por los banjos. Siempre hay espacio.
Sos zurdo, pero desde el principio usás un kit para diestros. ¿Cuánto de tu sonido creés que hay ahí?
-Ringo Starr también lo era, y es uno de mis bateros favoritos. Me da un estilo diferente, aunque ahora me considero casi ambidiestro. Igual, siendo zurdo, siempre vas a “llevar la batuta” con la mano izquierda; y a la inversa en el otro caso. Pero sí noté que me dio muchos fills únicos. Cuando otros músicos tratan de “emular” mi forma de tocar, les cuesta porque yo llevo el ritmo como un zurdo. Por ejemplo, hago la técnica de “16th notes” en el hi-hat con la izquierda, y es inusual. Así que hay un poco de eso en mi sonido. Por suerte, empecé en una batería para diestros. Incluso probé a hacer lo mismo con la guitarra, pero me fue mucho más difícil.
-Igual. siempre fuiste un arriesgado. Con Eurythmics usabas un tom en lugar del redoblante, y una botella de leche en vez de uno de los platillos...
-(Risas). Bueno, así como Chris y Debbie me abrieron la cabeza, también lo hicieron Annie -Lennox- y Dave -Stewart-, junto con mucha otra gente. Me enseñaron que cualquier cosa está bien en el estudio, y dejaron que haya espacios para experimentar. Fueron muy talentosos y permeables, y es muy importante especialmente con los tracks de las bases. Una canción puede hacerse de muchas formas, pero si es buena, es buena; y funciona con una acústica o sintetizadores. Tanto con Eurythmics como con Blondie teníamos grandes temas, aunque obvio que ahora jugamos más.
-Entiendo.
-A mí encanta tocar, y Debbie ama estar sobre el escenario. En los shows de Blondie hay canciones con programaciones y otras en las que no usamos nada, así que tenemos “lo mejor de los dos mundos”. Un 25% son bases y clicks, pero el resto se da de manera libre. Necesitás tener esa puerta abierta a que cualquier cosa pueda pasar, y a la vez saber qué carajos estás haciendo (risas). Si te fijás en “Live at Leeds” (1970) de The Who, tocaban sobre clicks y pistas. Tampoco tendríamos “A Love Supreme” (1965) de John Coltrane, ni los primeros de Miles Davis, The Rolling Stones o Buddy Holly. Eran todos muy estrictos, más allá de que improvisaban. Cuando ves una banda en la que todo se basa en las programaciones, es aburrido. Me gusta que haya errores de vez en cuando.
-Sí, darle un poco más de humanidad.
-Exacto, como vos dijiste. Por ejemplo, amo el dance de los ‘70, con los Bee Gees, KC & The Sunshine Band y canciones como “Rock the boat” -de The Hues Corporation-. Esos eran verdaderos artistas tocando muy buenos temas. También pasa en la música latina, con las congas y la percusión. Lo hace muy real y emocionante, y lo necesitás. El pop se fue volviendo más clínico con los años, y es una lástima.
EL REGRESO A SUDAMÉRICA
La primera y única vez que Blondie tocó en la Argentina fue en el Personal Fest 2004, junto con Morrissey y Primal Scream. El sábado volverán a compartir escenario con otras bandas, en la vuelta del Rock & Pop Festival, aunque serán los headliners. La grilla se completará con The Vamps, Azealia Banks, The Magic Numbers, Eruca Sativa, Octafonic y Todo Aparenta Normal.
-En el documental “My View” contaste que no te gusta dar shows con los paneles de acrílico alrededor de la batería, porque con el reflejo sólo te ves a vos. ¿Cómo hacés para no desconcentrarte?
-(Piensa). Trato de no ser tan consciente. Es una barrera que controla el ruido, y cuando ponen eso en los estudios, la calidad mejora mucho. A veces me aparta del público, dependiendo de las luces, pero medio que ya me acostumbré. Aunque no es mi aspecto favorito, es lo que necesitan los conciertos de Blondie, y a veces hay que relegar cosas. Si trabajás en conjunto, siempre comprometés algo.
-Obvio, sino es imposible.
-Cuando hay gente puteándose adentro de una banda es porque no están laburando unidos. Tiene que haber una comunicación musical, pero también amistosa y personal. Un ejemplo es el de Los Ramones: mientras estuve en el grupo, no se hablaban uno con el otro. Era horrible, y les dije desde un principio que no quería quedarme, porque había un montón de antagonismo y estrés. Incluso, capaz sea una de las razones por las que ya no viven. Los Beatles, en “A Hard Day’s Night”, crearon el mito de que eran amigos y hermanos, y después Los Ramones lo tiraron abajo en “End of the Century”. Se trataban de una manera terrible, y yo prefiero que mi carrera sea como en “A Hard Day’s Night”. Lo estoy simplificando, pero hay que abrirse en todos los niveles. Lo mismo pasa con la vida en sí: cualquiera debe poder hacer lo que quiera, mientras que no moleste a nadie. La misoginia y la homofobia son malas, y la gente tiene que llevarse bien una con la otra. Aunque claro que es más fácil decirlo que lograrlo. En ese sentido, Blondie es como un microcosmos.
-Volviendo a tu obsesión con el cabello… ¿qué harías si se te cayera hoy?
-Estaría terminado, amigo. ¡Una vez que se va el pelo, el rock and roll también! (risas).
-¿Y nunca se te lastimó adentro del horno?
-No, por suerte al horno nunca le pasó nada (carcajadas).
Fuente: Rock.com.ar
“No es que tenés que meter la cara en el horno, sino la parte trasera de tu cráneo. Siempre a una temperatura muy baja, y tratando de ser cuidadoso con tu cabello. ¡Aunque suena loco, funciona!”, dice Clem Burke, el baterista de Blondie, desde Nueva York.
-¿Pero por qué empezaste a hacerlo?
-Bueno, no podía pagar por un secador de pelo, imaginate que eran los ‘70s (risas). Interesantemente, Bob Geldof me recomendó la autobiografía de Rod Stewart. No sé si la leíste, pero ahí cuenta que hacía lo mismo. Por ende, no es tan extraño.
-¿Y seguís con ese método?
-No, ya no. Aunque me sentí bien acompañado cuando me enteré de que Rod también era de los míos, porque tiene uno de los mejores peinados de la industria (más risas). Una gran parte del rock and roll tiene que ver con el cabello, y todos lo sabemos. Fijate el caso de los Beatles, sino.
Pero el verdadero motivo de la entrevista con Clem Burke no es hablar sobre sus obsesiones capilares: Blondie, la banda de la que es casi fundador, vive un gran presente. “Siempre estoy de buen humor cuando hacemos cosas con el grupo. Tengo muchas ganas de ir a Buenos Aires, porque hace más de una década que no estamos por ahí. ¡Es increíble! The Magic Numbers va a tocar con nosotros, ¿verdad? Porque me encantan”, dice con ímpetu detrás del teléfono.
La otra parte de su entusiasmo se da por el décimoprimer álbum de estudio de Blondie, que salió en mayo del año pasado. Las once canciones fueron grabadas en The Magic Shop, el mismo espacio del SoHo en donde David Bowie registró algunas de sus mejores obras.
“Empezamos en Navidad de 2015, y nos tomamos un break. Justo cuando volvimos, él había fallecido. Nos emocionamos mucho, porque podíamos sentir su presencia -señala Burke, que trabajó con el vocalista-. Imaginate que ahí grabó ‘The Next Day’ (2013) y ‘Blackstar’ (2016). Fue triste regresar al lugar, y aunque la gente que laburaba con él tenía un contrato de confidencialidad, nos enteramos de lo que había sufrido y cómo era en el estudio. Irónicamente, The Magic Shop también cerró después de que terminamos nuestro disco, así que fue el final de una era”.
“Pollinator” fue co-escrito junto a figuras como Johnny Marr (The Smiths), Dave Sitek (TV on the Radio, Jane’s Addiction), Nick Valensi (The Strokes), Sia, Charli XCX y Dev Hynes; y recibió 4 estrellas en medios prestigiosos como The Guardian.
Por los resultados, se nota que Debbie Harry, Chris Stein, Clem Burke y compañía disfrutaron mucho del proceso. “La banda está en su mejor versión: tenemos a dos nuevos músicos que son increíbles, el tecladista Matt Katz-Bohen -que se unió en 2008- y el guitarrista Tommy Kessler -incorporado en 2010-. Esta vez, sabíamos que queríamos juntarnos y grabar al mismo tiempo. Eso fue lo que hicimos, sobre todo con las pistas de base. El método fue bastante parecido al de clásicos como ‘Parallel Lines’ (1978) o ‘Eat to the Beat’ (1979). De hecho, el dueño del estudio está remasterizándolos para que salgan en 2019”.
-También van a incluirse otros discos, ¿verdad?
-Sí, “Blondie” (1976), “Plastic Letters” (1977), “Autoamerican” (1980) y “The Hunter” (1982). Pero ahora mismo estrenamos un 12’’ de “Heart of glass”, con todos los demos y demás. Es muy conveniente para que los DJ’s tengan un vinilo con las diferentes versiones, mezclas y tomas. Queremos que los álbumes clásicos lleguen a las generaciones más jóvenes, que por suerte están siguiéndonos mucho.
-¿A qué lo atribuís?
-A internet. Para nosotros fue una buena herramienta, porque nos presentábamos en los programas de los ‘70 y nunca nos volvíamos a ver. Pero ahora, de repente, nos encontramos de nuevo en YouTube. Y creo que el hecho de seguir tocando y sacando discos le permite a los más chicos ver de qué se trata la banda. Es genial lo modernos que ya parecíamos en esos videos de los ‘70 (risas), especialmente con el glamour de Debbie, que era fantástica. Estoy muy feliz de que sigamos juntos, que continúen las giras y que podamos ir a Sudamérica.
LA TECNOLOGÍA, UN ARMA DE DOBLE FILO
Desde el comienzo, Blondie fue inclasificable: la banda -que adoptó ese nombre en honor al apodo que recibía Debbie Harry cuando la acosaban en los ‘70- coqueteó con el punk, la new wave, el disco, el pop, el rap y hasta el reggae. Un elemento que siempre estuvo fueron las bases electrónicas… hasta que, hace poco, Clem Burke sintió que era demasiado.
-“Ghosts of Download” (2014) tuvo muchas baterías programadas, y no quedaste contento. ¿De quién fue la idea de volver a la sangre humana?
-Yo fui el que insistió para que hiciéramos exactamente lo que quedó en “Pollinator”, pero al grupo le llevó tiempo darse cuenta de que éramos capaces de grabar todos a la vez. Siempre hay espontaneidad e improvisación cuando estamos reunidos, y es una parte muy importante del vivo. Desde que Blondie se junta hasta que termina, puede pasar cualquier cosa. Lo mismo en los shows, obviamente que dentro del contexto de las canciones pop. Estuvimos haciendo mucho de eso: no necesariamente cambiándolas drásticamente, pero sí agregando algunas cosas para encontrarnos en sincronía uno con el otro. Igual siempre experimentamos con la tecnología, si te fijás en “Heart of glass”, el rol de la batería programada fue muy importante. Y cuando laburamos con Giorgio Moroder -en “Call me”- tocamos sobre un sintetizador. Volviendo a lo que decías, con los discos previos a “Pollinator” nos dimos cuenta de que los temas realmente cobraban vida en los shows. La tecnología destruyó muchas de nuestras canciones, sobre todo de “Ghosts of Download” y el anterior, “Panic of Girls” (2011). Ambos tienen muy buenas cosas, pero no son de mi agrado.
-Lo gracioso es que también formaste parte de Eurythmics, otra banda llena de sintetizadores. Cuando aparecieron las primeras máquinas, ¿cómo hiciste para sacarles el provecho sin que ocuparan tu espacio? Sé que, por ejemplo, tocabas “en contra” del ritmo.
-Si usás un aparato, la mezcla recién suena más viva cuando le sumás la percusión real. Es interesante que nombres a Eurythmics, porque más allá de que trabajaban con sintetizadores, como en “Sweet dreams”, yo toqué en ese tour y era todo muy orgánico. Cuando grabamos “Revenge” (1986), la gira fue enorme. Éramos músicos muy capaces y no usábamos programaciones en vivo, ni siquiera en canciones como “Sweet dreams” o “Who’s that girl”. La tecnología es un gran agregado, pero creo que ahora se llegó al balance perfecto, como hicimos nosotros en “Pollinator”: la combinamos con excelentes músicos y buenos temas. Las máquinas solas no hacen nada. Todas las herramientas son geniales y tienen sus lados positivos, desde la armónica hasta los sintetizadores, pasando por los banjos. Siempre hay espacio.
Sos zurdo, pero desde el principio usás un kit para diestros. ¿Cuánto de tu sonido creés que hay ahí?
-Ringo Starr también lo era, y es uno de mis bateros favoritos. Me da un estilo diferente, aunque ahora me considero casi ambidiestro. Igual, siendo zurdo, siempre vas a “llevar la batuta” con la mano izquierda; y a la inversa en el otro caso. Pero sí noté que me dio muchos fills únicos. Cuando otros músicos tratan de “emular” mi forma de tocar, les cuesta porque yo llevo el ritmo como un zurdo. Por ejemplo, hago la técnica de “16th notes” en el hi-hat con la izquierda, y es inusual. Así que hay un poco de eso en mi sonido. Por suerte, empecé en una batería para diestros. Incluso probé a hacer lo mismo con la guitarra, pero me fue mucho más difícil.
-Igual. siempre fuiste un arriesgado. Con Eurythmics usabas un tom en lugar del redoblante, y una botella de leche en vez de uno de los platillos...
-(Risas). Bueno, así como Chris y Debbie me abrieron la cabeza, también lo hicieron Annie -Lennox- y Dave -Stewart-, junto con mucha otra gente. Me enseñaron que cualquier cosa está bien en el estudio, y dejaron que haya espacios para experimentar. Fueron muy talentosos y permeables, y es muy importante especialmente con los tracks de las bases. Una canción puede hacerse de muchas formas, pero si es buena, es buena; y funciona con una acústica o sintetizadores. Tanto con Eurythmics como con Blondie teníamos grandes temas, aunque obvio que ahora jugamos más.
-Entiendo.
-A mí encanta tocar, y Debbie ama estar sobre el escenario. En los shows de Blondie hay canciones con programaciones y otras en las que no usamos nada, así que tenemos “lo mejor de los dos mundos”. Un 25% son bases y clicks, pero el resto se da de manera libre. Necesitás tener esa puerta abierta a que cualquier cosa pueda pasar, y a la vez saber qué carajos estás haciendo (risas). Si te fijás en “Live at Leeds” (1970) de The Who, tocaban sobre clicks y pistas. Tampoco tendríamos “A Love Supreme” (1965) de John Coltrane, ni los primeros de Miles Davis, The Rolling Stones o Buddy Holly. Eran todos muy estrictos, más allá de que improvisaban. Cuando ves una banda en la que todo se basa en las programaciones, es aburrido. Me gusta que haya errores de vez en cuando.
-Sí, darle un poco más de humanidad.
-Exacto, como vos dijiste. Por ejemplo, amo el dance de los ‘70, con los Bee Gees, KC & The Sunshine Band y canciones como “Rock the boat” -de The Hues Corporation-. Esos eran verdaderos artistas tocando muy buenos temas. También pasa en la música latina, con las congas y la percusión. Lo hace muy real y emocionante, y lo necesitás. El pop se fue volviendo más clínico con los años, y es una lástima.
EL REGRESO A SUDAMÉRICA
La primera y única vez que Blondie tocó en la Argentina fue en el Personal Fest 2004, junto con Morrissey y Primal Scream. El sábado volverán a compartir escenario con otras bandas, en la vuelta del Rock & Pop Festival, aunque serán los headliners. La grilla se completará con The Vamps, Azealia Banks, The Magic Numbers, Eruca Sativa, Octafonic y Todo Aparenta Normal.
-En el documental “My View” contaste que no te gusta dar shows con los paneles de acrílico alrededor de la batería, porque con el reflejo sólo te ves a vos. ¿Cómo hacés para no desconcentrarte?
-(Piensa). Trato de no ser tan consciente. Es una barrera que controla el ruido, y cuando ponen eso en los estudios, la calidad mejora mucho. A veces me aparta del público, dependiendo de las luces, pero medio que ya me acostumbré. Aunque no es mi aspecto favorito, es lo que necesitan los conciertos de Blondie, y a veces hay que relegar cosas. Si trabajás en conjunto, siempre comprometés algo.
-Obvio, sino es imposible.
-Cuando hay gente puteándose adentro de una banda es porque no están laburando unidos. Tiene que haber una comunicación musical, pero también amistosa y personal. Un ejemplo es el de Los Ramones: mientras estuve en el grupo, no se hablaban uno con el otro. Era horrible, y les dije desde un principio que no quería quedarme, porque había un montón de antagonismo y estrés. Incluso, capaz sea una de las razones por las que ya no viven. Los Beatles, en “A Hard Day’s Night”, crearon el mito de que eran amigos y hermanos, y después Los Ramones lo tiraron abajo en “End of the Century”. Se trataban de una manera terrible, y yo prefiero que mi carrera sea como en “A Hard Day’s Night”. Lo estoy simplificando, pero hay que abrirse en todos los niveles. Lo mismo pasa con la vida en sí: cualquiera debe poder hacer lo que quiera, mientras que no moleste a nadie. La misoginia y la homofobia son malas, y la gente tiene que llevarse bien una con la otra. Aunque claro que es más fácil decirlo que lograrlo. En ese sentido, Blondie es como un microcosmos.
-Volviendo a tu obsesión con el cabello… ¿qué harías si se te cayera hoy?
-Estaría terminado, amigo. ¡Una vez que se va el pelo, el rock and roll también! (risas).
-¿Y nunca se te lastimó adentro del horno?
-No, por suerte al horno nunca le pasó nada (carcajadas).
Fuente: Rock.com.ar