Fue bajista en la banda de Spinetta, pero se fue porque lo suyo era la guitarra. Grabó cuatro álbumes con su banda Engranaje.
Petiso. Flaco. A veces con boina. Siempre de jean y manos en los
bolsillos. Boca prominente… de ahí su apodo, claro. Mirada filosa. Voz
gruesa, grave. Osvaldo “Bocón” Frascino, rockero de la vieja escuela por sobre todas las cosas, murió el pasado jueves
y con él se desenchufó una guitarra emblemática durante varios momentos
de la historia del rock argentino. O de cierto modo de ser dentro de
ese ancho y variado mundo. Tenía 69 años y su baqueteado hígado, viejo compañero de emociones, le jugó una mala pasada. La cuarentena, como con tantos, también ayudó poco y su espíritu se fue.
A primer y contundente reflejo, lo más significativo que aparece de su larga vida dedicada al rock es su participación en la primera formación de Pescado Rabioso.
Frascino fue parte de ese sólido y demoledor trípode sonoro que Luis
Alberto Spinetta armó en 1971. Ambos tenían 21 años y Black Amaya, el
tercer gladiador, también. Tres pibazos de corta edad haciendo un
tremendo rock and roll con bajadas acústicas en la onda Zeppelin, que
quedó inmortalizado en uno de los discos más amados por la grey de los
'70: Desatormentándonos.
Esa tapa endemoniada. Esas presencias extrañas, que Luis advierte en la
lámina interna del vinilo grabado en cuatro canales entre cervezas,
cigarrillos, lápices, equipos Marshall y “Robertone al mango”. Ese
delirio descomunal llamado “Serpiente (viaja por la sal)”, que sumaba el
Leslie 900 de Cutaia… ese “Algo flota en la laguna”. Y ese Bocón
operando como aceitada cremallera entre torbellinos sonoros con su viejo
bajo Repiso. O como cantante y guitarra líder en “Dulce 3 nocturno”, tema firmado por el power trío que dejó en las sombras temas como “Mensaje a las larvas” y “La tabla de nada”.
Fue aquel un mojón clave en el trayecto de Bocón, tanto como el de su participación en las Bandas Eternas, cuando el Flaco lo presentó como “guitarrista estrella”
para entrarle al riff de “Me gusta ese tajo”, clásico que, al igual que
“Algo flota en la laguna”, habían compuesto juntos. Mojón clave pero no
único, claro. Bien temprano, cuando casi todo era nada, solía zapar en
La Cueva, hasta que Pappo lo convocó para tocar el bajo en Engranaje junto a Horacio “Droopy” Gianello –luego batero de Arco Iris- y un tal Tito Milanesa en voz.
Esa
formación iniciática duró un solo concierto. Fue en el Coliseo y junto a
Almendra, entre otras bandas pioneras. “No sé qué onda, pero en esa
época no había bajistas, loco. Yo quería tocar la viola y me daban un
bajo (…) Noel Redding tenía el mismo problema con Hendrix”, dijo entre
risas. Le gustaba compararse con Redding en eso de tener que irse de
la banda de un genio porque se resistían a que toque la guitarra. Esa
fue la explicación que dio siempre, cuando le preguntaban por qué le
había dejado el lugar a David Lebón en Pescado.
“Yo no me quería
pegar al bajo porque vivía traumatizado y entonces me separé. Decidí
hacer la mía con la viola porque, dada la onda que teníamos con Pescado,
no daba para quedarse por un interés económico. La lógica es que
cualquiera hubiera seguido, pero yo hice ésa porque la viola no se puede
olvidar... es como una mujer que no da para traicionar”, comparaba en
aquella larga charla. Además de las diferentes versiones de Engranaje, y
el paso corto pero intenso por Pescado, Frascino fue parte también de
la segunda formación de Sacramento (Ciro Fogliatta, Roberto López,
Alfredo Toth y Ricardo Jelice), que grabó un disco, el segundo de la
banda, que permanece inédito.
La revancha de aquellos
devenires truncos llegó hacia fines del siglo XX, cuando logró lo que
toda la vida había buscado: grabar discos como él quería, tocando lo que
el quería, y diciendo lo que él quería. El primero fue en 1998, y lo
llamó Tu hostilidad. El segundo, editado en los albores de 2011 tras su festejada performance en el show de las Bandas Eternas, se llamó Darwin.
Desde ya portaba riffs poderosos, espesos, nerviosos... destilaba ese
rock refractario a las modas, que tomó de bandera. “Yo digo que estamos
conservando la especie rock, porque pienso que hoy hay mucha música que
pasa por rock and roll y no lo es. Me parece que el auténtico es el que
se hizo en nuestra época porque después, en la medida en que se fue
integrando al sistema, perdió su esencia. Sí, hay grupos como AC/DC que
suenan de la puta madre, pero están arriba, llegaron... el resto no
puede pasar las barreras que pone el mercado”, sostuvo ante este
cronista.
Tres años después, sacó el tercer disco de Engranaje. Lo llamó Mito.
Y aprovechó la ocasión para recrear una vieja canción que también había
compuesto con Spinetta, pero que no había llegado a grabar: “Mi
espíritu se fue”. Su versión era más eléctrica que la que quedó
registrada en el doble de Pescado. “Más dinámica que volada. Más rock
fuerte”, definió, en la que mantuvo firme el hecho de no haber cambiado un ápice
su filosofía existencial: “Yo nunca busqué fama sino lo místico del rock
and roll (…) el rock tiene su mitología, su historia de sacrificio, de
fe”, dejó en claro, por si había que aclararlo.
Fuente: Página 12