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jueves, 5 de agosto de 2010

“Mi hermano es la maldad personificada” - Entrevista a Michael Aston

MICHAEL ASTON, DE GENE LOVES JEZEBEL, HABLA DE SU HERMANO JAY

Por Juan Barberis - Se vienen peleando desde hace tiempo por los derechos de Gene Loves Jezebel, la banda gótica que hoy tiene dos formaciones paralelas funcionando: una tiene permitido tocar en Estados Unidos y el resto del mundo y la otra en Inglaterra. Ni Abel ni Caín: los Aston.

Fueron el secreto mejor guardado del rock gótico. Emocionales, oscuros y algo freaks, estos dos bocones nacidos en la costa sur de Gales encontraron la fórmula en los tempranos años ‘80. Gene Loves Jezebel se transformó en una banda de hits líquidos y rankeos fugaces con temas como Sweetest Thing, The Motion of Love y, tal vez su más preciado logro, Desire. Un par de temporadas asesinas con más de cien shows por año les bastaron a los gemelos Aston –Michael y Jay– para levantar cabeza dentro de la escena post-punk londinense. Y con la edición de Promise, en 1983, GLJ ya empezaba a ubicarse como referente del género. ¿Los padres del emo? “Lo he oído muchas veces, es posible”, acepta Michael.

Las cosas pintaban bien, pero lo de los Aston era insostenible. Dos discos y medio después, y luego de su primer tour mundial, durante la grabación de The House of Dolls, Michael fue expulsado de la banda. “Yo escribí la mayor parte del disco y canté por lo menos en la mitad. Pero la conspiración por parte de mis compañeros era una vergüenza y demostró ser contraproducente”, dice Michael. “Me pelé el culo escribiendo, haciendo el arte, la ilustración... Creéme, ésa es una gran razón para darse cuenta de por qué los dos discos que editaron sin mí, fallaron.”

Y Michael hizo la suya, trabajó junto a The Immigrants y hasta grabó su propio disco solista. Pero, después de algunos años de distancia, los gemelos decidieron darse otra oportunidad; aunque con la suerte de todas las segundas partes. “Jay y yo rearmamos la banda en el ‘93. Me encontré con un contrato de grabación, un manager y la oportunidad de que GLJ volviera a la actividad. Grabamos el álbum en Inglaterra, pero Jay terminó sacando mis créditos y mis canciones. El rompió mi costilla y continuó como si yo nunca hubiera estado en la banda desde 1989. Fue una cosa terrible, injusta y cruel.”

Lo que siguió en la agenda de los Aston fue una inédita batalla judicial que dio como resultado dos versiones de Gene Loves Jezebel: Michael con los derechos en Estados Unidos y Jay con lo propio en Reino Unido. “Eso no fue nada fácil: hubo una campaña de desprestigio y dos demandas”, recuerda el primero. “Además tuvo un gran costo de reputación y vida personal, sin mencionar los billetes que se nos fueron en asuntos legales. Nunca voy a perdonar a mi hermano por lo que hizo, y lo mucho que han mentido y manchado de manera colectiva mi nombre. Fue la maldad personificada y una gran decepción. Ahora tengo exclusividad con GLJ, eso quiere decir que puedo trabajar y grabar en cualquier lugar, excepto en UK.”

Pero el mayor de los gemelos todavía supura: repasa los daños, habla de la batalla por mantener en pie su banda –”¡Yo fui y seré su único cantante!”– y advierte acerca de esta clase de sociedades artísticas: “No se la recomendaría a nadie... La idea misma de una banda siempre está condenada a la quiebra”. Y entierra al pequeño Jay: “Mi hermano estuvo amargado y celoso desde que aprendió a hablar. Tiene problemas que no se pueden resolver en el contexto de una banda de rock and roll. El rompió muchos códigos, sobre todo cuando se trata de familia y sangre”.

–¿Hoy tenés contacto con Jay?

–¿Quién?

–¿Ni coordinan los movimientos de las dos bandas, para no cruzarse, respetar cronogramas...?

–No, él tiene que pedirme permiso para tocar como Jay Aston’s G.L.J. Yo controlo el nombre en prácticamente todos los sentidos. Además, todo lo que él hace es tocar ocasionalmente. Nunca graba y, para ser honesto, dudo que le importe esto. Su problema es conmigo. El es muy talentoso, pero limitado en la elección de los músicos... Es sólo mi opinión.

–En el imaginario de la gente, para hacer música gótica hay que ser un tipo raro... ¿Cuánto hay de cierto en eso?

–Yo diría que es verdad. Hay que ser medianamente excéntrico y tener un gran pulso romántico.

–Ser una banda de culto para algunos puede sonar a premio consuelo... ¿Cómo se sienten ustedes con esa categoría?

–Bueno, creo que deberíamos ser enormes. Pero sí, somos de culto, y mucha gente reconoce la profundidad y riqueza de nuestra música. Aunque no creo que las ventas masivas ayuden a una banda de culto.

–Esta es tu segunda vez en la Argentina. ¿Qué recordás de aquella visita en 1988?

–La recuerdo muy bien. Fue el punto más alto y la conclusión de nuestro primer y único tour mundial. Disfrutamos mucho la ciudad y nos terminamos quedando más de una semana. Recuerdo los bares, cafés, restaurantes, la arquitectura de la ciudad, y la calidez y bondad de la gente. Eso fue después del conflicto por las Malvinas, así que estábamos medio cagados, pero nuestros miedos resultaron no tener fundamento.

–Después de tanto bardo, ¿qué le dirías a la gente para que se acerque a verlos?

–Que van a ver una mezcla magistral y potente. Que se van sorprender por el rendimiento, la variedad y el dramatismo de nuestra música. Y, por supuesto... ¡que el Chamán está de vuelta!

Fuente: Página 12