Este 2025 quedará grabado en la memoria de los que sentimos la música como algo vivo, impredecible y brutalmente honesto. Fue un año donde los amplificadores no solo se encendieron: arderieron. Desde el thunderstruck del heavy clásico hasta momentos íntimos que desnudaron el alma del público, cada concierto fue una declaración de intenciones: la música no se escucha, se experimenta. Y así, uno a uno, estos recitales nos marcaron, nos sacudieron la piel y nos dejaron la promesa de que lo verdaderamente poderoso —lo profundo— sigue vivo y feroz.
🥇 Picture — Centro Cultural Bula (30/11)
Heavy metal en estado puro. El regreso de Picture a Buenos Aires fue mucho más que un recital: fue una lección histórica. Heavy metal europeo ejecutado con convicción, potencia intacta y respeto absoluto por su legado. Riffs filosos, una base rítmica sólida como acero y una comunión total con el público marcaron una noche que quedará grabada como una de las más importantes del año. No hubo nostalgia vacía: hubo vigencia, energía real y una demostración clara de que el heavy metal clásico no envejece, se templa.
🥈 Luis Barni — Manantial en el Desierto (22/02)
Espiritualidad, distorsión y emoción. Luis Barni propuso algo distinto y lo logró: un cruce genuino entre rock/metal y una impronta espiritual que escapó a cualquier cliché. El show fue intenso, emotivo y profundamente honesto. Más allá de lo técnico, lo que se vivió fue una experiencia colectiva, donde la música funcionó como canal emocional y mensaje. Un recital que amplió los márgenes del género y demostró que el metal también puede ser introspectivo sin perder fuerza.
🥉 Mike Oropeza & The Sólidos — Sala 41 (16/10)
En el circuito under, este fue uno de los shows más sólidos del año. Mike Oropeza y su banda desplegaron un set cargado de groove, actitud y una energía frontal que no dio respiro. Sin artificios ni poses, el recital funcionó como un golpe directo: guitarras firmes, bases contundentes y una conexión real con el público. Un ejemplo claro de cómo se construye potencia desde la honestidad musical.
4) Daniel Devita — El Marquee (11/09)
Intensidad moderna y discurso. Daniel Devita llevó al escenario una propuesta cargada de climas, tensión y una narrativa emocional bien definida. El show se movió entre pasajes introspectivos y explosiones sonoras, sosteniendo siempre una identidad clara. Letras con peso, ejecución ajustada y un público que respondió con atención total. Un recital que confirmó madurez artística y proyección.
5) Vitico y Los Leones — El Teatrito (13/09)
Historia viva del rock and roll argentino. Vitico no necesita presentación. Y sin embargo, cada vez que sube a un escenario, vuelve a justificar su lugar en la historia. El show fue una celebración del rock pesado argentino, con clásicos ejecutados con respeto, potencia y oficio. Momentos emotivos, riffs eternos y una banda que suena aceitada y honesta. No es pasado: es presente con memoria.
6) Luly Noir — La Tangente (25/07)
Delta 80 ya lo señaló: Luly Noir demostró jerarquía artística en un ambiente íntimo, donde su estilo mezcló pop rock con toques líricos y rockeros, elevando momentos sensibles a una dimensión profundamente expresiva. Su versión de «Alien» (el tema central del set) cerró con una especie de susurro intenso que vibró en cada rincón del lugar. Fue un recital donde la música se sintió como piel y alma, rozando tanto lo personal como lo universal.
7) Budapest — Otra Historia (21/03)
Sobre Budapest: aunque no hay una reseña específica publicada, contextualizando su estilo —una propuesta que suele navegar entre el rock alternativo y estructuras intensas— el show en Otra Historia fue un ejercicio de contraste entre melodía y clímax emocional. Fue un concierto para quienes buscan en cada pasaje sonoro una historia que se despliega con fuerza y tejido emocional, más allá del género o etiqueta.
Si el 2025 nos dejó esta calidad de propuestas, lo que viene no puede ser otra cosa que prometedor.
Que vengan más noches inolvidables.
Y que nunca se apague el amplificador.
