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jueves, 25 de abril de 2013

Diputados aprobó la reforma del Consejo de la Magistratura

La Cámara baja debatió intensamente el proyecto de ley
En una tensa sesión especial con fuertes cruces entre el oficialismo y la oposición, la Cámara baja aprobó y giró en segunda revisión al Senado el proyecto de reforma. En gerenal se votó por 130 a 123.

La Cámara de Diputados aprobó el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura en una sesión especial que se caracterizó por fuertes cruces entre el oficialismo y la oposición, que se retiró en el debate en particular cuestionando la votación de un artículo del dictamen y no participó del tratamiento de creación de tres cámaras de casación penal y de regulacion de cautelares.

Fue un debate marcado por la disputa política que se inició ayer al mediodía, que tuvo ribetes escandalosos cuando opositores hasta quisieron apagar los micrófonos del presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, lo que generó la reacción del jefe de la bancada kirchnerista, Agustín Rossi, quien mantenía discusiones a los gritos con los radicales Ulises Forte y Miguel Angel Bazze.

Ahora el proyecto aprobado con las mayorías requeridas por la Constitución debe ser nuevamente analizado por el Senado, que debe decir si acepta o no los cambios incorporados por el oficialismo sobre la administración del Poder Judicial, a la luz de las sugerencias de la Corte Suprema.

El debate se prolongó diecisiete horas con la participación de más de 80 oradores y concluyó con la aprobación en general -donde pidió permiso para votar Domínguez- por 130 contra 123 sufragios, con lo cual se cumplió con el requirimiento constitucional de mayorías absolutas para proyectos derivados de la Constitución Nacional.

En el último tramo de la deliberación del pleno legislativo hubo una dura polémica entre el oficialismo y la oposición debido a la propuesta del kirchnerismo de hacer una sola votación en la discusión en particular, lo que fue saldado cuando el titular de la bancada, Agustín Rossi retiró esa moción.

La oposición votó en los dos primeros artículos y luego optó por permanecer cerca de sus bancas o en el salón de Pasos Perdidos, por lo cual la mayoría de los ítems tuvieron 130 votos contra 9, lo suficiente para cumplir con el requisito constitucional que exige 129 votos para la votación de esta ley.

La decisión de la oposición de retirarse del recinto se desencadenó luego de que el artículo dos arrojara una votación de 128 a 101, aunque inmediatamente después la neuquina Alicia Comelli y el oficialista Juan Forconi aclararon sus votos por la positiva.

En medio de los gritos y acusaciones entre oficialismo y oposición se decidió pasar a un cuarto intermedio para ordenar la sesión, luego de que el presidente de la Cámara, Julián Domínguez, le pidiera tranquilidad a sus compañeros de bancada al advertirles que la oposición sólo quería “complicar la sesión”.

Antes de que el oficialismo accediera a votar artículo por artículo se presentaron una serie de cuestiones de privilegio y cuestionamientos verbales sobre lo que la oposición consideró como una inconstitucionalidad de la ley y sobre un supuesto incumplimiento de los deberes de funcionario público por parte de Domínguez.

Antes de acceder al pedido de la oposición, Rossi acusó a los opositores de tener actitudes “canallescas” y debió ser contenido por Eduardo “Wado” de Pedro y otros compañeros de bancada cuando se exaltó por los gritos de los radicales Ulises Forte y Miguel Angel Bazze, que acusaban al oficialismo de “fraude”.

Rossi ya había expresado su malestar con los diputados opositores durante su discurso de cierre cuando los calificó de “profetas del odio, del desánimo y correos de las malas noticias”.

“Dedíquense a construir una propuesta en base al respeto, a la paz, al amor y dejen de agredir, de insultar, de descalificar. Porque se pasan la vida hablado de la República y cuando no les conviene se sacan la bandera, la estrujan, y la pisotean: respeten la Patria, el Congreso, las instituciones”, enfatizó, al concluir su discurso.

Fuente: Crónica

DIPUTADO JORGE RIVAS: "Les dejo el discurso que di recién en el recinto, en apoyo a los proyectos de mejora del Poder Judicial".

Señor Presidente (de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación):

Le confieso que no pensaba participar de este debate, si bien fui cofirmante de los seis dictámenes, y voté los tres proyectos que aprobamos el miércoles pasado, y por supuesto votaré afirmativamente los tres proyectos que tratamos hoy en el convencimiento de que vivimos un proceso de democratización progresivo, que va superando de a una las antiguas carencias democráticas.
La democracia plena es aún un objetivo que perseguimos, no un logro ya obtenido. Cuando la Presidenta habló de la necesidad de democratizar el Poder Judicial no pronunció ninguna blasfemia contra la Constitución, ni lanzó ataque alguno contra uno de los poderes del Estado. Se refirió, sin más, a esa necesidad de seguir ampliando nuestra democracia.
Desde ya que, sin ingenuidad y con la absoluta certeza de que estamos tratando de desatar nudos de privilegio que han sido fuertemente atados durante más de un siglo y medio, suponía que íbamos a encontrar muchas resistencias. Pero el motivo que me empujó a hacer unas breves reflexiones en este debate es que me preocupa la peligrosa banalización que cierta parte de la oposición hace de algunas palabras.
Palabras tales como democracia, dictadura, república, entre otras, deberían ser definidas con precisión por quienes las están usando en esta circunstancia, así tenemos la certeza de que hablamos un mismo idioma. Porque no dudo de que en el debate parlamentario le asiste a la oposición todo el derecho a oponerse, incluso a hacerlo de manera firme y vehemente. Pero, estimados y estimadas colegas, guardemos el recato elemental que debemos tener como representantes del pueblo.
Nuestros fueros parlamentarios, necesarios para poder cumplir libremente nuestra representación, no son una patente de corso para decir cualquier cosa sin el más mínimo fundamento. He ejercido por más de veinticinco años la profesión de abogado y he sido docente de derecho constitucional por más de una década, por lo que me siento tentado a entrar en el debate técnico jurídico sobre la reforma del Consejo de la Magistratura, o sobre la creación de las cámaras de casación, o de la regulación de las medidas cautelares contra el Estado.
Sin embargo, honestamente, no creo que nos encontremos frente a un debate técnico jurídico. Por el contrario, creo que estamos frente a un debate netamente político, que por eso mismo no debe limitarse a los abogados. Debe ser amplio, ya que el eje de la discusión, me parece, pasa nada menos que por determinar si en nuestro orden constitucional el derecho colectivo tiene supremacía sobre el derecho individual, o viceversa.
A mi juicio esa cuestión ya fue saldada a principios del siglo XX, con el nacimiento del constitucionalismo social, que nuestra constitución recoge en el artículo 14 bis. De modo que anteponer los derechos individuales a los colectivos no solo me parece un rasgo de fundamentalismo ideológico. También me parece que es negar la propia evolución del estado de derecho contemporáneo. Y que a quienes pensamos de esta manera, se nos trate de totalitarios, esconde, en el mejor de los casos, una profunda ignorancia sobre el concepto de totalitarismo.
Estoy convencido, señor Presidente, de que el Poder Judicial es el único poder del Estado que se reproduce a sí mismo sin participación de la voluntad popular, el de espíritu más corporativo, el más cerrado sobre sí mismo. El que está más lejos, fuera del alcance casi, de los ciudadanos comunes. El más permeable, si se me permite, a la presión de los intereses minoritarios más poderosos. En otras palabras, el Poder del Estado de origen y funcionamiento menos democráticos.
Huelga decir que su reforma exige un debate de genuina calidad política y teórica. Pero sería necio negar la necesidad de esa reforma. Tanto como negar que ella debería contribuir al objetivo superior de la democracia, que no puede ser otro que la igualdad social.
En esta inteligencia, adelanto mi voto afirmativo a los proyectos que estamos tratando, convencido de que estamos aportando a la construcción de una democracia más genuina, más vigorosa, y más legítima.
Muchas gracias.